Está en Rioja y Buenos Aires, frente a La Buena Medida, también en venta. El inmueble fue construido en 1849 y hoy aloja tres locales.

 

La esquina noreste de Rioja y Buenos Aires conocida hace muchos años como La Recova, una de las más antiguas de Rosario, luce hoy dos grandes carteles de venta. Construida en 1849 con su línea de edificación actual, la propiedad de 450 metros cuadrados sumó mucho tiempo después un retiro con arcadas que sirvió de refugio al poeta callejero Cachilo (lo que le valió el mote de «recova») y en el 2003 recuperó su fachada original. Lo curioso es que el inmueble, hoy alquilado a tres locales comerciales, salió a la venta en simultáneo con la ochava vecina de La Buena Medida, dos puntos emblemáticos de la ciudad, lo que puso en guardia al barrio. Pero todo indica que el grado de protección del lugar en el catálogo patrimonial del municipio, 2 C, impedirá que a alguien se le ocurra demolerla. Y desde una de las inmobiliarias que la ofrecen, Vanzini, lo dejaron bien claro.

Los que al menos hasta ayer no tenían claridad, y por eso cortaban clavos, eran los tres comerciantes que alquilan sus locales en el inmueble: el salón de ventas «Lo de Pancho», por Buenos Aires; el locutorio Rosario, justo en la ochava, y un negocio de comidas caseras y vinos, Foodies, por Rioja.

Carteles

Sobre la simplísima fachada en la que se alinean sucesivas puertas de arco medio punto rematadas por rejas, se ven dos grandes carteles de las inmobiliarias que lo ofrecen. Aparte del de Vanzini, otro de Ramasco Padilla, que indica que se vende el «lote completo» de 308 metros cuadrados: 19,64 por Buenos Aires y 15,58 por Rioja. Vanzini cuenta también el entrepiso y eleva la superficie a 450 metros cuadrados.

Recién cuando se colgaron esos carteles los comerciantes, que acababan de realquilar sus locales, se «desayunaron» con la novedad. Lo mismo le pasó al vecindario, que corrió a preguntar qué ocurriría con la esquina, una de las más antiguas de Rosario ya que data de 1849, incluso tres años antes de que el por entonces gobernador de Santa Fe, Domingo Crespo, declarara ciudad a la villa.

«Nadie nos dijo nada. Un día, saliendo de acá, me desayuno cuando veo los carteles, llamo al grupo de abogados que nos alquila en nombre de la familia (de apellido Guma) y ni a ellos les habían avisado», cuenta Gonzalo, el propietario de «Lo de Pancho», a quien le renovaron el contrato de alquiler con la propiedad ya puesta en venta.

Al lado de su negocio está el locutorio y cíber Rosario. «Nos agarró desprevenidos», dice Mariano, para quien se trata de una «esquina muy difícil de vender justamente por su valor patrimonial».

Por Rioja, uno de los dueños de Foodies, el tercer local también alquilado a los actuales propietarios, expresa desconcierto y «decepción» porque nadie les avisó que el inmueble iba a venderse. «Somos el negocio más nuevo de los tres y acá hicimos una gran inversión, un gran esfuerzo para montar todo», cuenta este segundo Gonzalo, para explicar que «de haber sabido que la propiedad iba a venderse quizás podrían haber decidido otra cosa. Pero nadie les advirtió.

El temor entre los comerciantes es que un potencial comprador encuentre la vuelta para demoler la propiedad o bien que les rescinda sus contratos.

La primera posibilidad, al menos legalmente, es imposible. Desde Vanzini lo dejan bien claro: «Se vende todo junto, como cinco locales comerciales. Por su valor patrimonial es un inmueble catalogado como 2 C, sujeto a preservación del envolvente». También detallan que sí es factible realizar modificaciones interiores y hasta incorporarle un nuevo volumen, siempre que no supere un 30 por ciento del total.

La nomenclatura 2 C, explica la directora del Programa Municipal de Preservación y Rehabilitación del Patrimonio, Mariel Santos, equivale a «protección directa parcial», lo que supone que «no se puede demoler» a menos que se encuentre en estado de ruina.

Y esa condición no es para nada materia opinable, sino una declaración que deriva de pericias realizadas por expertos de la Universidad Nacional de Rosario (UNR) encargadas y monitoreadas por el propio programa.

Incluso con una declaración de ruina, a la esquina le correría el grado de protección de entorno, que no habilita a edificar por arriba de los 13 metros. Si todo corre por la vía legal, el temor de vecinos y comerciantes a que la propiedad se termine transformando en una torre no tendría sustento.

En la revolución radical de 1893, funcionó casi como fortín de los fusileros.

La escritura 51

Los archivos de La Capital cuentan que el inmueble ubicado en Rioja y Buenos Aires supo ser casa de descanso, inquilinato y café. Su escritura (la Nº 51 de la ciudad, hecha a pluma y en letra cursiva) detalla que «consta de esquina, trastienda, sala, aposento, dormitorio y zaguán de azotea, dos cuartos y cocina con techo de paja, pozo de valde (sic) y cerca de ladrillo». Fue edificado con muros de barro de hasta 80 centímetros, vigas de quebracho y clavos de hierro forjado. Poco de ello queda en pie o al menos puede verse desde afuera. Original, apenas un número enlozado, el 50, coronando la antigua ochava.

Fuente: La Capital