A la hora de tener que elegir una vivienda para comprar o alquilar no sólo es importante saber cuánto se va a pagar por el inmueble, sino también comprobar que sea eficiente energéticamente, ya que de no serlo, generará gastos extras. Para esto lo que se debe revisar es si la edificación cuenta con aislamiento en techos, muros y pisos, qué tipo de calefacción usa, qué sistema eléctrico tiene, de qué forma se calienta el agua, cuánto consumen los electrodomésticos, entre otros aspectos de la construcción y las instalaciones. Para realizar este análisis se puede recurrir a un profesional o certificador de eficiencia energética, que evaluará la eficiencia de la vivienda en su totalidad y a su vez las emisiones que impactan en el medio ambiente.
Una vez conocidas las características térmicas de la vivienda, se puede establecer la clasificación de la misma, que puede ir de la A a la G; siendo A el nivel máximo de eficiencia energética y G, el nivel mínimo. Y no sólo resulta importante conocer el nivel de eficiencia energética para saber cuánta energía consume una vivienda, sino también para poder tomar las medidas adecuadas para optimizar dicha eficiencia, que también serán determinadas por un profesional. Algunas de las medidas más comunes son aislar térmicamente, mejorar las carpinterías exteriores con perfiles de baja transmitancia térmica, usar vidrio doble, o mejorar el rendimiento de diferentes instalaciones, como las de calefacción, agua caliente, refrigeración o iluminación. Mejorar la eficiencia energética es una de las cosas más rentables que se puede hacer por la vivienda. “Para el consumidor, lo más importante es saber cuál es la calificación de su inmueble, ya que le define el nivel de gastos que tendrá y el confort que logrará viviendo en dicho lugar. Por eso, el primer paso debe ser revisar y evaluar el consumo de energía”, comenta Arq. Silvina López Planté, integrante del grupo de instituciones por el etiquetado energético de viviendas. “Las clasificaciones A y B pueden ser las más eficientes, mientras que la C y la D hacen referencia a una eficiencia media. La E y la F indican que la construcción es poco eficiente y la G, que se encuentra en el punto más bajo de la escala de certificación. Por lo tanto, lo más aconsejable es elegir una vivienda que alcance el máximo nivel posible”, finaliza Planté, reforzando la importancia que tiene conocer la clasificación energética de la vivienda.
Conocer el nivel de eficiencia energética de la vivienda e invertir en pos de ella garantiza el bienestar de los ocupantes, reduce el riesgo de problemas de salud y falta de confort, como la aparición de humedades, mohos, asma, y colabora con el consumo de energía, ayudando en el ahorro en las facturas de luz y gas. “Invertir en una vivienda eficiente energéticamente es invertir en el bienestar, que va a repercutir en todos nosotros y en las próximas generaciones, ya que se logrará conseguir un entorno más sustentable, que se traducirá además en un retorno económico”, agrega la experta.