Por Verónica Gabriela Meo Laos
La sede de la Comisión Nacional de Monumentos ubicada desde 1938 en el solar del Cabildo podría ser trasladada a Alvear al 1690 a raíz de un proyecto presentado por autoridades de Cultura y por la vocal presidente de la Comisión Nacional de Monumentos, Lugares y Bienes históricos, Teresa Anchorena.
Aun cuando la propuesta cuenta con el consenso de funcionarios y expertos que resaltan la necesidad de que la Comisión Nacional de Museos y el Museo del Cabildo sean ampliados, otras voces hicieron explícito su malestar, entre ellas, las de los especialistas que trabajan allí y que, sin embargo, no fueron consultados. El organismo integrado por 10 vocales junto a un cuerpo de más de 30 expertos -museólogos, escenógrafos y arquitectos, entre otros- muestra signos de desconfianza en cuanto a las virtudes de la decisión que tendería a revalorizar las funciones del organismo. No obstante, quienes están en desacuerdo sostienen que trasladar la sede equivaldría a perder patrimonio simbólico, o sea, una contradicción severa en el seno de un organismo cuya función de base debería ser preservarlo.
El juego de tensiones cruzadas que subyace al conflicto deja al descubierto un rasgo propio de lo social: la lucha por la apropiación de sentidos de la que el patrimonio cultural no está exento. Si bien en principio podría pensarse que solo se cristaliza en monumentos y placas conmemorativas, el patrimonio es el resultado de un proceso social y cultural de atribución de significados y valores y, por ello mismo, ni se cristaliza de una vez y para siempre ni queda fuera de las tensiones políticas que hacen a la construcción de los sentidos en el seno de la reproducción social. Y, en tanto es cultural, la construcción de lo patrimonial es un proceso complejo, contradictorio y sujeto a cambios.
Objetos y bienes resguardados adquieren razón de ser mientas se abran a nuevos sentidos y se imbriquen dentro de la trama cultural que los contextualiza, recrea e interpreta de manera dinámica. Y esa urdimbre de sentidos que llamamos sociedad está integrada por múltiples voces y miradas, todas ellas valiosas. Hoy día se sabe que la gestión del patrimonio desborda lo monumental, que la distinción entre material e inmaterial no es del todo clara en función de que los simbólico subyace a la materialidad de los bienes patrimoniales pero, en particular, que es la sociedad la que otorga valor porque considera a tales bienes valiosos, dignos de ser resguardados y plausibles de ser transmitidos de generación en generación. Es por eso por lo que se sostiene que la gestión del patrimonio cultural es social.
La política es la razón del desacuerdo y, en este sentido, las controversias en torno a la pertinencia o no de trasladar la sede de la CNM desde el Cabildo hasta el Palacio Casey, actual sede del Ministerio de Cultura de la Nación, es política. Por supuesto que hablamos en sentido lato, o sea, una esfera que desborda lo partidario para adentrarse en una puja de intereses no sólo en torno a lo conveniente sino, sobre todo, a lo valioso.
Oscar Andrés de Masi, ex vocal Secretario de la CNM, docente, investigador e intérprete del patrimonio monumental argentino en su exhaustivo artículo exclusivo para Habitat recorre la historia de la Comisión y del Cabildo restaurado y hace hincapié en el “terreno de lo simbólico-mítico” o sea, en los cimientos de toda arena política.
En momentos donde la opinión pública está atenta al devenir de la pandemia, otros temas que involucran a la construcción de la identidad y la salvaguarda de los bienes patrimoniales no deberían quedar al margen del interés general. Sin la observancia de todos los sectores de la sociedad, la gestión pública corre el riesgo de volverse opaca. Para evitarlo, la prensa debe visibilizar estos temas y tener presente el rol cívico que le adjudica el ser intermediaria entre el Estado y la ciudadanía.
De lo contrario, una vez más, por haber creído que no era de su incumbencia, la memoria colectiva habrá dejado en manos de una minoría la narrativa de su propia historia.
VML