Por Arq. Guillermo Rubén García*
El Edificio del Molino, se encuentra emplazado en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, en la esquina de la Av. Callao y Rivadavia. Ubicado en la esquina noroeste del llamado Eje Cívico que une la Casa de Gobierno Nacional con el Congreso de la Nación a través de la Av. de Mayo. De este modo, el Palacio Legislativo, sede del Poder Legislativo de la Nación, y el Molino configuran su remate. La Av. de Mayo, concebida por Torcuato de Alvear, fue inaugurada en 1894 en consonancia con los nuevos vientos que transformaban a la antigua ciudad colonial, convertida, en 1880, en Capital de la República. Una ciudad moderna y “a la europea” que, a fines del siglo XIX, sería la ciudad más importante de América Latina. En este contexto de grandes mutaciones, dos pasteleros llegados con la ola inmigratoria desde Italia -Cayetano Brenna y Constantino Rossi-, fundan una panadería y confitería, aprovechando sus destrezas culinarias, en 1868, en la esquina de las calles Federación y Garantías (hoy Av. Rivadavia y Rodríguez Peña), donde ya se hallaba funcionando un establecimiento del mismo rubro, conocido como “Confitería del Centro”. Brenna y Rossi llaman a su negocio “Antigua Confitería El Molino”, tomando, aparentemente, el nombre del molino a vapor de Lorea , considerado el primer molino harinero instalado en la Ciudad de Buenos Aires. De esta forma y con la sola herencia de las tradicionales recetas europeas y una firme vocación de ser el mejor comercio en su rubro, Brenna pone en marcha una producción de calidad. El propio Brenna volcaría, de su puño y letra, en la “Guía del Trabajo” de la Confitería, la organización y objetivos de su empresa. Con este espíritu, el comercio funcionaría hasta el 15 de diciembre de 1903, año en el que, con motivo de la construcción de la Plaza del Congreso, deben trasladarse a la esquina de Callao y Federación -o sea Rivadavia-, iniciando, Brenna un proceso de adquisiciones de solares contiguos a la esquina. Del encuentro de un empresario pujante y visionario con su paisano, ya famoso arquitecto-Francisco Gianotti-, surge la aventura arquitectónica, que hace realidad la utopía de ambos. Así, el 9 de julio de 1916, se inaugura “La Nueva Confitería del Molino” –en conmemoración del Centenario de la Independencia-
Con un siglo de historia, la Confitería, obra del arquitecto Francisco Gianotti, nacido en Italia en 1881 y llegado a nuestro país en 1909, es uno de los hitos patrimoniales de la Arquitectura argentina. Para los tiempos en que Gianotti diseñó el Molino, ya había creado –en 1913- otro edificio icónico: las Galerías Güemes, el primer rascacielos argentino. En 1916, Gianotti se volcó de lleno a la construcción de la Confitería del Molino por encargo del empresario italiano Cayetano Brenna. Lo hizo en muy breve tiempo y sin interrumpir las tareas de producción y expendio, tal lo solicitado por Brenna. El edificio, dotado de una fachada de características únicas y de una torre que lo corona, es una pieza destacada del Art Nouveau en Argentina. Mediante la Ley N°27.009, fue declarado de utilidad pública, y, una vez culminado el trámite de expropiación, el dominio del edificio fue transferido, por el Poder Ejecutivo Nacional, al Congreso de la Nación, en cuyo ámbito se instituyó la Comisión Administradora del Edificio del Molino, la que ha determinado que el inmueble sea sometido a un abordaje multidisciplinario, según las pautas establecidas por el estado del arte de la preservación patrimonial. El proyecto, en cumplimiento de la Ley N°27.009, considera una variedad de usos para el edificio, a saber: la reapertura de la Confitería, que será concesionada y devuelta a su antiguo esplendor -incluida su carta gastronómica-, un museo que dé cuenta de la historia del edificio y de las prácticas sociales y políticas que cobijó, y un centro cultural.
A lo largo de toda su historia de trabajo y hasta 1997, el Edificio del Molino abrió sus puertas, primero, a clientes de la clase alta porteña, para pasar luego a atender a todo tipo de parroquianos. Alrededor de sus mesas, se reunieron famosos habitués, ya sea del mundo político, como de la cultura -figuras de las letras, del cine, la radio y el teatro, de la ópera y del tango-. Buenos Aires, una ciudad cosmopolita, llevaba, al Molino, a sus visitantes ilustres, entre los que no faltaron príncipes y estadistas que compartían exquisiteces con las familias porteñas tradicionales de nuestra ciudad que celebraban sus reuniones en el primer piso. Con el paso del tiempo, la naciente clase media argentina concurriría a esos mismos salones para “las fiestas de quince” y de casamiento. En 1992, el inmueble de la Confitería pasó a integrar el Catálogo de Edificios de Valor Patrimonial de la Ciudad de Buenos Aires, dentro del Área de Protección Histórica I (Ordenanza 45.517/92. Ley N°449), con grado de Protección Estructural. El 24 de octubre de 1997 fue declarado Monumento Histórico Nacional a través del Decreto 1110/97 del Poder Ejecutivo Nacional. A estas protecciones se suma la del Área de Protección Histórica 50.
El 2 de Julio de 2018 la Comisión Administradora recibe el edificio histórico – luego de más de dos décadas de abandono- y comienza una nueva epopeya. Recuperar el emblemático edificio del estado de ruina en el que se encontraba. Para ello y con los antecedentes del plan rector del Congreso –PRIE- se desarrolla el plan rector integral para el Edificio del Molino –RIEM- que incorpora especialistas multidisciplinarios propios, convenio con universidades y convenios interjurisdiccionales con otros organismos del estado. Con el fin de aplicar rigurosamente las técnicas de restauro, de gestión y actualización tecnológica, que permitan un nuevo ciclo de vida al edificio en sus componentes patrimoniales ( material e inmaterial ).
Por pertenecer a la casa política -Congreso Nacional- fue vital el acuerdo de los representantes de diversas fuerzas para garantizar la consecución de la obra como política de estado. Y a la vez relacionar la obra con la comunidad a través de redes sociales y medios de comunicación en general. Y de esta forma apelar a la sinergia que significa la devolución de la comunidad de datos materiales e inmateriales que permiten, junto con un plan de lectura del edificio -que incorpora la arqueología urbana entre sus especialidades-recuperar los valores identitarios del monumento. Y garantizar su conservación y sustentabilidad para las generaciones futuras.
Creditos fotograficos: Guadalupe Alonso CAEM
*Arq. Guillermo Rubén García
Asesor Patrimonio Cultural
Comisión Administradora Edificio del Molino
Congreso de la Nación