por Verónica Meo Laos

veronica.meolaos@gmail.com


Entrevista a Luis Scafati, dibujante, a propósito de la publicación de su último libro Sketchbook

Aunque algunos se empeñen en demostrar lo contrario, el mundo real está lleno de perspectivas. El ángulo de enfoque, además de estar sujeto a los sentidos, depende de nuestras expectativas y de lo que el tiempo que nos toca vivir nos permita ver y comprender. Y esto es así porque las percepciones sensoriales trazan significados acerca del mundo.

 

Por eso la frase hecha “es lo que hay” es como la realidad misma, solo un artificio que puede ser desenmascarado a fuerza de líneas y trazos. Así lo demuestra con virtuosismo y sensibilidad Luis Scafati, artista mendocino egresado de la Facultad de Artes Plásticas de la Universidad Nacional de Cuyo cuya  larga trayectoria en la gráfica argentina -ha dibujado para  la revista Humor y Tía Vicenta, ilustrado novelas y tiene varios libros publicados- han dejado huella en la gráfica argentina.

 

Sus dibujos están llenos de significaciones cargadas de experiencias sensoriales. Ácidos, intensos, sensuales y provocadores, exponen sin medias tintas lo que la etiqueta social se esfuerza por esconder bajo la alfombra: el lado oscuro de la condición humana.

 

Tras la publicación de su último libro Sketchbook (Loco Rabia, 2021), dialogó con esta cronista para revistahabitat.com y habló del acto creativo, el paso del tiempo, el azar y de sus manos.

 

 

Habitat: Vos decís que el «azar te propone algo» que es «confiar en el acto creativo». Contame más sobre ese camino, cómo es para vos, qué te provoca. ¿En algún momento te ha llevado a territorios extraños?

 

Luis Scafati: -El azar es parte de mi trabajo, pero para incorporarlo hace falta cierto entrenamiento que lo fui conquistando con los años. En primer lugar, mientras trabajo estoy muy atento a lo que sucede y a veces un error puede transformarse en un acierto.

 

H.:¿Para vos qué lenguaje te permite mejor expresarte y, de alguna manera, (al contrario de lo que escribiste al principio de tu libro) ganarle al tiempo: el dibujo, la palabra o los dos? Y si es así, contame cómo es que los articulás.

 

L.S.: -Cada lenguaje tiene su particular forma de expresar lo que buscamos.

Con el dibujo, o el color con la palabra o el volumen de la escultura voy abriendo puertas para que esa cosa que me habita, salga, vea la luz.

A veces lo logro y eso justifica todo el esfuerzo.

 

H.: ¿Qué te inspira?

 

L.S.: -Me inspira todo lo que lleva una energía desbordada, puede ser un árbol, un animal salvaje, una avenida en Buenos Aires, pero también y fundamentalmente cosas que otros hicieron, como un poema, una canción, una película o una novela.

 

H.: ¿Cómo podrías definir a la realidad y a tu obra con respecto a ella?

 

L.S.: -Muchas veces me pregunto si realmente existe la realidad o es un invento que crea eso que llamamos mente. Mi trabajo con frecuencia parte de sucesos que están afuera, por decir algo que ocurre en otro lugar mas allá de mi piel, porque a veces pensamos que el límite de lo que somos es nuestra propia piel, pero me cuesta creer esto.

Hace poco me enteré que habían talado un inmenso bosque, solo respetaron un árbol milenario. pero al poco tiempo ese ejemplar también murió.

 

H.: En tu libro hacés referencia a las manos. Me encantó la metonimia. ¿Me contás sobre tus

manos?

L.S.: -Mis manos, como todas las manos, son la herramienta fundamental que poseemos y a veces muchos se empeñan en ignorar. Es tal vez lo que marca una verdadera diferencia con otras especies. Cuando veo a un músico tocar un piano o a un malabarista ejecutar su número mi asombro se desata.

Pienso en las manos que hicieron La pietà, o las que preparan un pastel, o las que acarician un cuerpo, son instrumentos que transmiten algo inmensurable.

 

 

H.: Vos escribiste: «Cada dibujo me propone algo nuevo, y a medida que envejezco, me angustia poder concretar eso que muy bien no sé qué es pero que debo hacer». Te pregunto: ¿El dibujo, a lo largo de tu vida, te ha permitido encontrar sentidos?

 

L.S.: -El dibujo me acompaña desde que me conozco y siempre me brindó una porción de felicidad que no encontré en otro lado. No sé si me habrá ayudado a encontrar un sentido, solo que me siento bien haciendo eso que se llama dibujar.

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