LA NACION


Semanas atrás la noticia corrió como un reguero de pólvora entre los fans del El Boliche de Roberto: un anuncio en el perfil de Facebook anticipaba el cierre definitivo de este rincón porteño declarado Bar Notable por el Gobierno local. Nadie podría creerlo. Después de más de cien años de existencia, un post confuso y de última hora declaraba el fin de una era histórica para un sitio emblema del tango barrial.

Carlos Gardel y Osvaldo Pugliese en la fachada del bar. Foto: Gza Hoyvermu

Plantado en la esquina de Bulnes y Perón desde 1893 (frente a la plaza Almagro, que conserva su vieja calesita) el bar ocupa desde sus orígenes una modesta construcción de estilo colonial, con carpinterías de madera y paredes de gruesos ladrillos que siguen de pie. Dicen que en el comienzo fue una posta del antiguo Camino Real y que más tarde el lugar se hizo conocido como la Casaquinta, una parada obligada para los carreros que iban al Mercado de Abasto. Hacia 1923 la propiedad fue adquirida por Francisco Pérez, un inmigrante asturiano que lo convirtió en almacén de ramos generales con un despacho de bebidas entonces bautizado «Bar 12 de Octubre», según consta en las actas municipales. Cuestión es que en ese sencillo salón mal iluminado y de paredes descascaradas cantó nada menos que Carlos Gardel, además de haber sido uno de los reductos preferido del pianista y compositor Osvaldo Pugliese, entre otros célebres personajes de la cultura local que ocuparon sus mesas. Conservaba entonces los muebles típicos, en especial el consabido mostrador de madera con altura suficiente para acodarse (cosa que no permiten las barras), la caja registradora y las estanterías repletas de botellas con etiquetas afines al paladar nacional, léase, Fernet Visconti, Cogñac Tres Pumas y Ginebra Bols, entre otras.

A media luz, y entre paredes sin revocar, creció el tango joven
A media luz, y entre paredes sin revocar, creció el tango joven. Foto: Hoyvermu

A mediados de la década del 60 el negocio quedó a cargo de Jorge y Roberto, hijos del fundador. Fue cuando se volvió un reducto 100% tanguero donde se consagraron grandes figuras del ambiente como Osvaldo Peredo y Ariel Ardit, ídolos de una legión de jóvenes parroquianos que a comienzos del siglo XXI empezaron a mezclarse con los clientes de toda la vida. Para muchos nostálgicos, en sus mejores tiempos, la noche arrancaba en lo de Roberto y terminaba milongueando en el Club Almagro, a cuadras del bar.

Cuestión es que la noticia de FB era falsa, y maliciosa, dicen, pergeñada por los concesionarios anteriores que se negaban a abandonar el lugar. «Luego de la larga batalla legal para recuperar el bar fundado por su abuelo, Esteban (hijo de Roberto) junto con su hermano Diego y sus ex exposas, estamos en esta cruzada para recuperar el boliche que, si todo sale bien, volverá a abrir en agosto cuando terminen los arreglos y esté en orden la habilitación» cuenta Aymara Goyeneche. «Toda la familia y la comunidad está apoyándonos. Hay gente que extraña el bar, que viene todos los días desde hace años, por eso estamos trabajando» agrega. Vecinos, parroquianos fieles y amigos del patrimonio esperan ansiosos el regreso de esas noches poéticas. El Boliche de Roberto queda en Bulnes 331, a cuadras de otro bar de valor patrimonial, El Banderín, Guardia Vieja 3601, esquina Billinghurst, el corazón de Almagro. Un Carlos Gardel pintado en la fachada bendice sonriente la nueva etapa por venir

 

Fuente: La Nación