Autor: Claudio Bertonatti*

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¿Es correcto que  la Comisión Nacional de Monumentos abandone su sede histórica en el Cabildo?
No solo es incorrecto, es un error desde distintos planos: el simbólico, el patrimonial, el político…
Desde lo simbólico se desarraiga, desde lo patrimonial se desnaturaliza y desde lo político se ajena para recluirse en un edificio alejado del epicentro que configura el Cabildo y su contexto histórico nacional.
¿Es correcto que se aloje en un palacio del barrio de la Recoleta? 
Enlazado con la anterior, esto configura una de las peores opciones que podrían imaginarse. Porque muchas personas vinculan la conservación del patrimonio con las clases altas y elitistas. Es cierto que buena parte de las grandes colecciones de bienes culturales tuvieron origen en ellas, pero afortunadamente la profesionalización de las áreas vinculadas al estudio y conservación del patrimonio abrieron la participación y protagonismo de todas las clases sociales. Por eso, mudar a la Comisión Nacional a un palacio y en un barrio asociado con esas clases altas de la sociedad de Buenos Aires representa una «marcha atrás», un retroceso en no menos de un siglo para la Argentina. Esta mirada no es sofisticada ni rebuscada. Por consiguiente difícilmente se haya «escapado» a la lectura de las autoridades actuales de esa Comisión. ¿Qué es lo que piensan al respecto? Difícil saberlo cuando media el silencio y la ausencia de debate, pero todo indica que si están impulsando moverse a esa tipología de edificios y a ese tipo de barrio de clase alta es que no se sienten incómodos, sino más bien todo lo contrario. Esto denota, entonces, una visión prehistórica de lo que debería ser la Comisión Nacional de Monumentos… Muchos la imaginamos avanzando en la dirección contraria, para que todas las clases sociales se sientan incluidas, involucradas y partícipes activas en el desafío de rescatar, poner en valor y cuidar los museos, monumentos, sitios o lugares que resguardan la memoria argentina. Pero para ello también hay que tener gestos coherentes. Esta decisión, como digo, va a contramano de lo «nacional y popular». No se comprende realmente. Menos en el contexto del actual gobierno que tanto viene insistiendo con ese leitmotiv que ahora suena a hueco.
¿Es riesgosa esa mudanza para el patrimonio documental del organismo? 
Es «de libro» que las mudanzas son una de las causas de riesgo o amenaza para la conservación del acervo o de los bienes materiales de una colección, archivo, biblioteca o museo. Este es otro punto que llama poderosamente la atención: la ausencia de comentarios de las autoridades de la Comisión o del Ministerio de Cultura de la Nación asociados a los recaudos o medidas preventivas que se tomarán ante la eventual mudanza. Más cuando la Argentina no se destaca, justamente, por garantizar la seguridad de sus bienes culturales. Muy por el contrario, las noticias solo de este año vuelven a abrumar con respecto al vandalismo, robo o mutilación de los Monumentos y en el corazón de Buenos Aires. Todo lo señalado pareciera indicar que los decisiores de esta mudanza viven abstraídos de la realidad o bien concentrados en sus conveniencias personales.
¿Existen otras alternativas? 
Desde luego las hay. La primera es replantear el diagnóstico actual, analizar los espacios del Cabildo y agotar todas las instancias para que la Comisión siga ocupando un espacio allí. Un espacio que es de doble beneficio para ambas partes. Al Cabildo lo jerarquiza contener esta Comisión y a la Comisión la jerarquiza ser contenida en ese edificio que simboliza tantas cosas. No solo testimonia un momento crucial de nuestra historia, de los tiempos del Virreynato español, las invasiones inglesas, la incruenta Revolución de Mayo, el nacimiento de nuestra nacionalidad y todos los demás hechos que sucedieron dentro de él o frente a él… El propio pasado de su edificio contiene un relato. Desde las manos que lo levantaron hasta las «mutilaciones» y reformas que ilustran sobre el devenir del concepto mismo de «patrimonio».
Ahora bien, si hecho el análisis no hay más remedio que pensar en otra sede, desde luego existen distintas opciones, aunque cada una de ellas debería someterse a un análisis sobre sus rasgos simbólicos y qué se desea comunicar con el cambiar de edificio… Porque convengamos que un cambio de sede de una institución de este tipo implica algo más profundo que mover muebles de lugar. Por consiguiente, ese cambio debería ser acompañado por un marco conceptual renovado y moderno, que una a los argentinos y que apunte al patrimonio integral, sin abstraerse -como lo ha hecho hasta ahora- del ineludible vínculo que la cultura tiene con la naturaleza. Es decir, debería aprovecharse la situación para ampliar la mirada, los horizontes y el campo de acción de la Comisión. Desde luego, esto obliga a algo muy necesario: renovar la misma comisión, diversificando los perfiles de sus miembros (recordemos que de los diez, siete son arquitectos) y su la forma de gestionar, que dista muchísimo de la institución que vela por el patrimonio natural: la Administración de Parques Nacionales. Bastaría comparar la mayoría de nuestros parques nacionales con la mayoría de nuestros monumentos históricos nacionales para comprobar el manejo y conservación efectivo de los primeros versus el cuasi abandono de los segundos.
Entonces, volviendo a las opciones, la primera ya fue señalada por otros referentes: la vecina Manzana de las Luces se presenta, diría, como la primera opción natural. Pero hay otras opciones que podrían postularse para ese análisis. Pienso en el ex Zoológico de Buenos Aires (Monumento Histórico Nacional) que tiene un predio enorme, con varios edificios espectaculares y centenarios. La adecuación de alguno de los más grandes que ya no son aptos para sus objetivos iniciales (como el antiguo castillo gótico que albergó osos en el pasado o el «pabellón de las fieras» cercano al acceso principal) permitiría asentarse en un espacio popular, histórico, conocido por todos los argentinos y que ofrece la oportunidad de integrar «lo cultural» con «lo natural» en un espacio que supo conjugar ambas vertientes del patrimonio.
Por eso llama la atención que este tipo de preguntas no hayan sido impulsadas previamente por las máximas autoridades de la Comisión Nacional. Todo indica que se omitió el análisis de alternativas ante una medida extraordinaria como un cambio de sede. Incluso, se eludió convocar a otras instituciones y especialistas para conocer sus miradas, opiniones y recomendaciones. Un hecho de soberbia y poco democrático en materia de gestión, inconveniente y hasta poco profesional. Salvo, claro, que se piense que los diez miembros actuales son los equivalentes a los siete sabios de Grecia. Y aunque entre ellos hay figuras respetables, valiosas y de trayectoria, la decisión que se impulsa no refleja su presencia.
¿Debe el Museo del Cabildo avanzar sobre los espacios de la Comisión Nacional?
Desde la lógica que he planteado sería negativo, aunque trágicamente coherente con el desatino que impulsa su mudanza. Esperemos, por el bien de todos, que no suceda ninguna de las dos cosas, contra todos los pronósticos.
¿No hay posibilidad de formular un plan alternativo? 
La posibilidad existe siempre que prime el interés público y el bien común. Ese plan alternativo exige que con urgencia las autoridades de la Comisión Nacional o del Ministerio de Cultura de la Nación tengan el buen criterio de revisar su decisión y la inteligencia para aprovechar la enorme cantidad de personas que se auto-convocaron en torno a esta preocupación para orientar todas esas energías en una causa común.
¿Qué se ganaría y que ganaría en el plano identitario y simbólico?
Cuando se abandona un lugar con tanta carga histórica, arraigada en la identidad nacional y a un par de décadas de cumplir un siglo «in situ» debería ser para ocupar un espacio emblemático de superior jerarquía. Claramente no es el caso. Por lo tanto, la decisión implica ir a todo pérdida… Lo afirmo sin dudar, porque el lugar elegido le restará tanta visibilidad a la Comisión Nacional como si fuera exiliada. La alejará del contacto popular y será más afín al cóctel que al barro de la gestión. Si sus actuales autoridades y su presidenta en particular querían pasar a la historia, lo van a lograr, pero en un lugar poco prestigioso.
¿Todos los edificios tienen la misma complexión, a la hora de albergar a una institución productora de memoria identitaria?
Así como distintos edificios satisfacen distintas necesidades, distintos sitios de emplazamiento satisfacen otros. En esta materia no se trata de una  cuestión de metros cuadrados, de disposición de espacios, servicios y comodidades. El tema de fondo es otro y está en las entrañas del mismo concepto de patrimonio, que -como toda construcción social o colectiva- se encuadra en un legado de símbolos y representaciones. Por lo tanto, no existe la «neutralidad» al momento de elegir el estilo arquitectónico, la ubicación, la visibilidad ni el contexto socio-económico del barrio. Tampoco es neutra la decisión de cambiar de sede con o sin el acompañamiento de una modernización de la política de gestión. La Comisión Nacional es el máximo organismo que referencia la conservación del patrimonio. Por consiguiente es parte ineludible de esa construcción y de esas representaciones simbólicas. Por eso, podríamos preguntarnos, «¿a quiénes están representando sus miembros?»

 


*Claudio Bertonatti es museólogo, naturalista y docente. Hizo dos posgrados: uno en Management Ambiental y otro en Jardines Botánicos Históricos. Se dedica a la conservación e interpretación de la naturaleza y del patrimonio cultural desde 1983. Fue Director en la Fundación Vida Silvestre Argentina, la Reserva Ecológica Costanera Sur y el Jardín Zoológico de Buenos Aires. Actualmente es Investigador del Centro de Ciencias Naturales, Ambientales y Antropológicas de la Universidad Maimónides y de la Fundación Azara. Desde 2007 es profesor de la Cátedra de UNESCO de Turismo Cultural. También, del Instituto Perito Moreno de Buenos Aires donde dicta las materias “Ecología” y “Biología de la Conservación”. Publicó –como autor, coautor, colaborador o prologuista- más de 50 libros y de 600 artículos de divulgación y científicos.