Por: Eduardo de Bianchetti

edebianchetti@gmail.com

 


NO DISCUTIMOS LOS BARBIJOS,

DISCUTIMOS LAS ANTEOJERAS…

 

El 16 de agosto pasado, Página 12 publicó un artículo que intenta descalificar a quienes estamos en contra del traslado de la Comisión Nacional, bajo el título de “Discutir los Barbijos”, como si fuéramos ciegos opositores a entrar al paraíso. Por supuesto, desdeña el principal argumento de nuestra oposición: el carácter simbólico e identitario de la sede histórica, la convivencia posible dentro del predio del Museo y de la Comisión, con ajustes y ampliaciones deseables y necesarios.

 

En ese artículo se deslizan varias medias verdades y falacias para apoyar el argumento que guía al autor y a las autoridades de Cultura y de la Comisión Nacional, de quienes se convierte en entusiasta vocero. Por ejemplo, se dice que la Comisión se traslada al Palacio Casey, dando a entender que se le asigna todo el edificio. Falso: solo se nos entrega la planta principal, de características protocolares y muy poco apta para el trabajo cotidiano de cualquier organismo ya que la presencia constante y el tránsito de personas en esos salones que -para nada- están preparados para el uso que se le pretende dar.

 

Primero que nada: no existe ningún plano de distribución de los espacios ni de puestos de trabajo, no sabemos si pretenden trasladar a los que hoy trabajamos en la sede histórica o si se sumarán nuestros compañeros que hoy trabajan en la Manzana de las Luces. Sí sabemos que las superficies disponibles en realidad son -pese a lo que se sostiene- menores y peor distribuidas que en el edificio originario. Es bien difícil opinar tan en el aire, pero es imprescindible dejar sentada las objeciones y dudas que se nos plantean porque somos trabajadores del organismo y profesionales que tenemos la vocación -y la obligación- de defender el patrimonio edificado puesto bajo custodia de la Comisión.

 

Por eso, analicemos la situación. El espacio asignado consta de un gran Hall, un vestíbulo de aproximadamente 18m x 6m simétricamente distribuidos a ambos lados de los accesos: dos amplias escalinatas desde la Av. Alvear y desde el patio-estacionamiento. Este espacio recibe a los visitantes a todas las oficinas del edificio, ubicadas en el subsuelo, en los dos pisos superiores, existe un mostrador de orientación y quedan dos espacios a izquierda y derecha que -pese a sus dimensiones, solo podrían recibir como equipamiento uno o dos escritorios de recepción y un par de sillones de espera, quizá algún panel o vitrina de exhibición. Cualquier otro equipamiento, ya sean puestos de trabajo o archivos, desnaturalizaría el carácter de ese espacio y sería poco funcional y potencialmente agresivo para la materialidad de ese ámbito.

 

Los otros espacios destinados a la Comisión Nacional son las tres salas de lo que se conoció hasta ahora como la Unidad Ministro (o Secretario, según el rango que tuviera la Jurisdicción). Se trata de tres amplios salones, los más representativos del modo de vida de sus antiguos ocupantes, con delicadas boiseries y hogares de elaborado diseño en mármoles decorativos de gran valor. Tampoco parece aconsejable usar estos espacios como simples oficinas. Una cosa era albergar la secretaría privada y los asesores de la máxima autoridad y un despacho -la Sala Marechal- para esa jerarquía y otra muy distinta, es tener puestos de trabajo para varios empleados con sus escritorios, archivos de uso y el resto del equipamiento necesario. Y, sabemos, que la Presidencia de la Comisión necesita un despacho privado por su rango. Lo que implica que el resto de quienes trabajaran en ese sector estarían trabajando de manera inadecuada.

 

Respecto de los demás espacios asignados, la Sala Cané -el gran comedor de la antigua residencia- su uso será compartido y de ninguna manera admite ninguna otra función o equipamiento del que tiene en la actualidad.

 

El que mejor aceptaría una cantidad importante de puestos de trabajo, es el local de la esquina que cuenta con un un pequeño privado abajo u otro arriba en el entrepiso liviano que se le construyó hace décadas.

 

Otra cosa que el autor de la nota no dice  -las autoridades tampoco- es que tanto el archivo histórico como la biblioteca especializada, no tienen lugar específico, salvo que -siguiendo los consejos de un asesor estructural del organismo- se distribuyan contra las paredes en todos los espacios asignados, buscando no sobrecargar los antiguos entrepisos. Cabe aclarar que el informe no consigna si se hicieron estudios para determinar la carga portante admisible de los perfiles ni si se consideró el impacto de esas sobre cargas contra los pisos de robles de Eslavonia. Que se entienda: o se amuran estanterías contra las paredes a 3, 1,5 o 1m de altura o se colocan muebles con estantes sobre los pisos de maderas nobles e imposibles de reponer. En uno u otro caso, se deben apoyar (¿o amurar?) contra revoques símil piedra, o boiseries, salvo en el local de la esquina de unos 11 x 6 metros.

 

Como si esto fuera poco, en todo este piso solo hay un pequeño sanitario para uso exclusivo del despacho principal. Los baños para el resto del personal, son en el primer piso o en el sótano. Se trata de antiguos baños adaptados de la residencia en el área de dormitorios (el primer piso) o del personal de servicio en el sótano o en el segundo piso. Estos sanitarios se compartirán con muchos otros empleados lo que -con total certeza- los harán colapsar más pronto que tarde. Además, sin agotar las objeciones que se nos plantean, las escaleras y ascensores del edificio son insuficientes e inseguros. No estamos informados si el edificio tiene las habilitaciones necesarias para su funcionamiento. Tampoco conocemos que haya previsión para la renovación de la instalación eléctrica que es antigua e insegura… También entendemos que, por el alto valor de este edificio, declarado monumento histórico nacional, por la misma Comisión, debería ser restaurado (su estado es lamentable) y preservado de futuros deterioros, cosa que este “(no) proyecto” ni remotamente asegura.

 

Al margen, pero no tanto, es bueno recordar que el Ministerio tiene varios organismos sin sede. Algunos tan importantes como el Museo Nacional del Grabado o el Nacional de Arte Oriental. Hace décadas que ambos organismos vegetan sin poder desplegar su potencial en edificios prestados. El Palais de Glace fue mudado para realizar la restauración del edificio. Como la obra iba a durar poco tiempo, la actual Comisión permitió la pintura de la fachada, desnaturalizándola  con unos grafismos de colores intensos que todavía están porque no se sabe cuándo van a terminar los trabajos ni cuándo podrá volver a funcionar. El Museo Jesuítico de Jesús María sufrió un colapso parcial de sus cubiertas y la restauración está en veremos. La Manzana de las Luces, no se sabe para qué sirve o qué funciones se les asignarán. El Ministerio recibió ¡finalmente! el antiguo Palacio de Correos, pero, además de las actividades artísticas, solo se mudaron las máximas autoridades del Ministerio y quedan muchos espacios por asignar.

 

El parque edilicio del Ministerio es muy importante y de gran valor patrimonial. Merece el esfuerzo de que se planifique su recuperación y su asignación según las necesidades de todos nuestros organismos. Sería importante que las autoridades nos convocaran para que nos pongamos a trabajar en esto como organismo especializado junto con los profesionales de Infraestructura.

 

No nos es posible resignar nuestra función y nuestras convicciones para acatar una mala decisión. Esperamos que las autoridades reflexionen y enmienden este error. Y que sus voceros oficiosos no le quieran poner anteojeras a nuestro criterio y al de los especialistas que avalan nuestras objeciones.