Ese edificio, al que los choferes de la exempresa Transporte Villa María llamaban «pulpo», esconde una interesante justificación de su forma y estilo, que convirtió en curiosos a transeúntes y viajeros de paso por la avenida Urquiza.

 

Por Manuel Ruiz

Avenida Urquiza al 1100. Entre las calles Entre Ríos y Hernández, mirando al este se erige una suerte de capelina, de cuatro alas conectadas en un punto común que rompe con la planicie del paisaje de la concurrida arteria de nuestra ciudad que es además, trayecto de entrada y salida de las rutas nacionales.

Para el acervo colectivo, al menos el más reciente, es el edifico del extransporte Villa María. Que antes fue de otra empresa, y antes de otra. Para Rafael Macchieraldo, el arquitecto que diseñó y condujo técnicamente la obra, el paraboloide hiperbólico, un edificio que construyó, pero que no se pudo terminar, para que allí funcione la nueva concesionaria Chrysler de Herminio Angeletti, en 1966.

Es un edificio realmente único, porque dice Macchieraldo, «como este no hay otro en el mundo», y que hoy a 52 años de su creación sigue llamando la atención, sigue siendo una incógnita y sigue siendo tan disruptivo y distintivo como lo fue en los ´60, cuando Urquiza todavía era de una sola mano.

«Angeletti ya tenía la concesionaria, pero desde Chrysler le exigían tener buenos edificios y él era un tipo de avanzada. Cuando me plantea lo del nuevo edificio, yo le hice esta propuesta, el paraboloide hiperbólico. Esto fue hecho en julio del años 66, tiene 52 años y hoy es última moda, 52 años después», rememora Rafael que por entonces tenía 32 años.

 

 

Un edificio que rompe con la línea recta de cemento, la ruta que lo atraviesa

 

 

Características de la obra

«Cuando se tuvo que calcular esto, no se pudo calcular en la Argentina porque no había computadora suficiente. Esto me lo calculó en la ciudad universitaria de México uno de los 10 grandes arquitectos del mundo del siglo XX, Félix Candela. Tiene una característica muy especial: tiene 4 centímetros de espesor. Son sumas de líneas rectas, de madera, no hay maderas curvadas. Son líneas rectas en diferentes ángulos. Toda la estructura se tuvo que hacer de madera para hormigonearla de un solo golpe. La construcción estuvo a cargo de la empresa de Eres y Amadeo Mollineli», explica el arquitecto.

En el plano inicial, que Macchieraldo hizo con tinta china, se ve que el paraboloide y los galpones que completan la obra están rodeados de nada. Hay terrenos linderos en desuso. Uno, de otro privado, y el otro del propio Angeletti, donde planeaba construir un edifico para allí dedicar la venta de automóviles usados.

Ese dibujo muestra además, la obra completa: el paraboloide arriba, y abajo el salón de ventas, con las oficinas en la planta alta y todo completamente vidriado. Esa era la obra, que el dueño de la concesionaria nunca pudo terminar.

«En esta manzana no había nada, tanto que tuvimos que traer la corriente eléctrica desde el Sport Automóvil Club, para poder darle energía. En la cuneta, le hicimos un pedazo de loza, para que puedan estacionar los autos», dice Macchieraldo y agrega: «Lamentablemente vino una época de crisis económica, Angeletti, tuvo que parar la obra, vender el terreno lindero, para poder salvar la situación, pero no pudo…».

 

 

La obra fue pensada por el arquitecto Rafael Macchieraldo a pedido de un empresario con mucho «swing»

Similar, pero más recto

Macchieraldo tiene una obra similar en nuestra ciudad. Parecida en cuanto a cómo es posible que una estructura así se mantenga en pie. Es el Salón Verde da la Sociedad Rural, aunque este en vez de curvas, tiene líneas marcadamente rectas.

«Cuando se construye una estructura parabólica se le ponen tensores para que lo sostenga, porque si no intenta abrirse. El secreto de esta estructura de Urquiza es que los tensores están abajo. Bajo suelo. Es decir, las cuatro capas están unidas por tensores, pero por abajo. En el salón verde de la Rural, también tiene los tensores, pero los tiene en altura, desde donde comienza el techo. Una vez se iba a jugar un torneo de básquetbol, y las estructuras están tensadas por dos caños, y les molestaba y me dijeron: lo cortamos. Yo les dije si lo cortan, traten de cortarlo de lejos porque se le vas caer antes de que lleguen a salir. Porque se corta y cae, es como si le sacara los caños a una carpa», ilustra Rafael ante la consulta de cómo es posible que la obra quede así: como flotando. La clave entonces, los tensores, estructuras de hierro, bajo tierra, que conectan las cuatro alas y le dan esa volatilidad distintiva al paraboloide.

 

 

Romper con una ciudad chata

– ¿En qué se inspiró para diseñar la obra?

A mí siempre me gustaron las estructuras con formas. Tengo varias estructuras con formas en San Francisco, varias casas. Siempre me gustó el jugar con eso. Yo no sé si es una cuestión intuitiva, pero en San Francisco tengo plano todo. Entonces en un ambiente donde está todo recto tengo que darle algo de forma. Lo que pasa es que necesitás también un cliente dispuesto a que se trabaje con esos criterios. Y en aquella época era mucho más difícil de convencer, eran épocas donde meter el baño adentro era un tema.

 

El plano que originó todo. Así fue pensado el edificio que convirtió en curiosos a transeúntes y viajeros de paso
– ¿Qué le genera pasar al frente y ver que nunca se pudo terminar?

Y… eso me genera una tremenda angustia, porque yo vi el esfuerzo que hizo Angeletti para tratar de coronar con éxito esta obra. Era un pionero. Un tipo que acepta que hagas un proyecto de estos, tiene que tener mucho «swing».

 

 

– Es una pregunta muy común entre los habitantes de la ciudad, se la traslado a usted. ¿Qué haría en ese edificio hoy?

Hay que terminar la obra, pero antes que todo hay que protegerla. Porque ese hormigón nunca se terminó de proteger. Habría que lavarlo, sacarle todas las manchas negras. Porque al ennegrecerse, absorbe mucho más los rayos del sol y así trabaja más el hormigón, que al tener solo 4 cm. de espesor, trabaja mucho más de lo que tiene que trabajar. Esperemos que antes que me vaya, alguien pueda terminarlo.

 

 

En la cúspide del paraboloide, un «mirador» para contemplar la ciudad desde una perspectiva menos chata

 

Darle vida, el sueño de los nuevos dueños

Sebastián Córdoba, de la firma Córdoba Motos, empresa que actualmente es dueña del paraboloide y los depósitos del edificio, expresó ante la consulta sobre lo que significa contar con una estructura única.

«Estamos muy emocionados, sinceramente. Más allá de lo funcional que son los depósitos para nosotros, la obra es impresionante. Mi viejo nunca estuvo tan emocionado con un edificio. Y la verdad, tenemos un montón de ideas y planes para que el edificio tenga la vida que nunca tuvo. El otro día con uno de mis hermanos hablábamos de la idea vidriarlo todo, de colocarle paneles solares y que sea sustentable energéticamente. Pero bueno, son planes que requiere mucha inversión de dinero, pero es nuestro deseo. Ahora estamos trabajando en los techos de los galpones que vamos a usar como depósito. Pero creemos que darle vida a esto es en parte un deber para con la ciudad. Lo sentimos así. Es una decisión empresarial, pero sobre todo, familiar. Que la gente cuando ingrese a San Francisco por el norte, se encuentre con esa obra plenamente funcional, es algo que no encantaría, y creemos que le haría bien a la ciudad».

 

 

Fuente: La voz de San Justo