Por Oscar Andrés De Masi

oademasi@gmail.com


La céntrica esquina  de Acassuso y  9 de Julio, frente al Mástil de los Estudiantes, en San Isidro, ostenta una llamativa preservación . Desde finales de los años 30s se levanta allí el segundo edificio propio de la sucursal  del Banco de la Provincia de Buenos Aires.  ¿Cuántas veces han pasado por esa esquina los vecinos de la localidad y los visitantes? Por lo menos tres o cuatro generaciones de sanisidrenses han identificado su trajinar por esas calles con aquel conjunto de Banco y Mástil escultórico. Pero la cotidianidad de esa porción del paisaje urbano y el acostumbramiento visual, no implica que se conozca su historia ni que se valore su arquitectura, tan escueta de gestualidades plásticas y tan epocal. Para muchos, quizá, aunque la esquina sea punto de encuentro, el edificio llegue a pasar desapercibido: la cotidianidad lo vuelve invisible.

Vamos a relatar su historia, como anticipo de nuestro próximo libro (La sucursal San Isidro del Banco de la Provincia de Buenos Aires: antecedentes de su instalación y de sus edificios) que apareceré en breve. Y ojalá que estas notas provoquen en los observadores una nueva mirada de ese edificio bancario cuya envolvente exterior ha permanecido casi inalterable durante tantas décadas. Lo cual, en nuestro medio, es casi un milagro…

 

 

La sucursal se abrió en 1911, en un local alquilado. El primer edificio propio fue construido con bastante celeridad e inaugurado a finales de mayo de 1916 , en el marco preparatorio de la celebración del centenario de la Independencia. Sin dudas, la ubicación de la sucursal (en el mismo solar actual) era inmejorable, en pleno centro comercial y a doscientos metros de la estación del ramal del Ferrocarril que unía Retiro con Tigre.

 

Su proyectista fue el arquitecto Luis B.Rocca quien, como en los casos de otras encomiendas del mismo banco, adoptó las soluciones inherentes a la tipología de la  «sucursal bancaria», según los recetarios academicistas y eclécticos de la época. Fue, sin duda, un hito de la Belle Épóque, en aquel San Isidro solariego, que iba dejando atrás los perfiles patriarcales de la aldea rural, para dar el paso definitivo a su modernidad.

 

Pero el crecimiento de la actividad operativa local, sumado a las políticas de renovación edilicia de las sucursales, determinó, hacia 1939, el proyecto de dotar a San Isidro de un nuevo edificio, en el mismo solar.

 

El proyecto fue realizado por el arquitecto Atilio J. Rocca, lo mismo que la dirección de las obras. La construcción estuvo a cargo de la empresa de Enrique D. Trotti.

La sobriedad monumentalista, la buena iluminación natural de su salón interior (provocada por los grandes ventanales y la ubicación en esquina) y la adecuada espacialidad general del sector operativo deben anotarse, preliminarmente, como un acierto proyectual.

 

En cuanto al aspecto exterior, el compacto, despojado y prismático volumen de Rocca alineaba su proyecto con el lenguaje expresivo de un monumentalismo racionalista y desornamentado, propio de las arquitecturas públicas de la época, abocadas a subrayar retóricamente la fortaleza rectilínea del estado (y la solvencia de su banca). La alternancia del granito rojizo del pórtico y los altos zócalos, con la mampostería de los muros, lograba y sigue logrando un excelente efecto.

El escudo provincial (modelado en cemento) y el reloj añaden un casi insignificante toque ornamental, en consistencia de lenguaje expresivo de época, no desprovisto de nuevos simbolismos: un estado bonaerense fuerte y omnipresente, hasta en la marcación de las horas cotidianas de una comunidad.

 

Es interesante destacar que este nuevo edificio vino a dar un énfasis adicional, aunque de mayor abstracción, a aquel lenguaje de la vanguardia, expresado con la anterior instalación del mencionado «Mástil de los Estudiantes», de lineas Art-Decó, con dos relieves de Luis Perlotti, situado en una pequeña plazuela, en la confluencia de las calles Belgrano-Acassuso-9 de Julio, exactamente frente al Banco.

 

Pese a las degradaciones  en la arquitectura  del entorno y a su contaminación visual , el conjunto retiene, aún hoy, aquella equilibrada complementariedad expresiva y una ineludible referencia epocal; además de su persistente función de «punto de encuentro» local, sintetizada en la repetida frase vecinal: –Nos vemos en el mástil, frente al Banco Provincia…- Una referencia topográfica tradicional que no ha perdido del todo su vigencia.

 

En cuanto al reconocimiento de los valores patrimoniales de este edificio, cabe mencionar que fue declarado «de interés histórico» para la Provincia de Buenos Aires mediante el decreto provincial nº 5839/89 y, además, «de interés histórico» para el propio Banco, mediante la Resolución del Directorio nº 1495/15. Vale decir que el inmueble, ya histórico a esta altura, ha merecido una consideración legal de sus cualidades materiales.