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Arq. Mag. Tito Gastaldi
En la ciudad de San Francisco, provincia de Córdoba, Argentina, hay una curiosa construcción que comenzó a erigirse en los años 60. Tuvo diversos usos, alternados con períodos de vacancia. En la actualidad, tras una largo tiempo de obra, los nuevos propietarios le han dado un nuevo ciclo completando finalmente el mismo.
Hoy, luce tal como fue proyectado y con actividad comercial plena. La ciudad de San Francisco es una de las ciudades más importantes de la provincia de Córdoba. Está en el límite Este de la provincia, tanto que sólo una calle la separa de la ciudad de Frontera, perteneciente a la provincia litoraleña, La ruta nacional 19 es su principal vía de acceso, distando 200 km hacia el Oeste de la Ciudad de Córdoba y unos 140 hacia el Este de la ciudad de Santa Fe. En tanto la ruta nacional 158 la comunica con Villa María y Río Cuarto.
Esta ciudad, ubicada en el corazón de la “Pampa Gringa” como se denomina a una amplia área del Este cordobés y el Oeste santafesino en la que la inmigración piamontesa fue determinante para su desarrollo, a punto tal que concentra la mayor cantidad de descendientes de ese origen fuera de Italia, es un importante centro fabril y de actividades agropecuarias. En los últimos años ha crecido también, en forma considerable, la oferta educativa terciaria y universitaria.
El deseo de un edificio innovador para su agencia y la visión de un arquitecto
A mediados de los años 60, un comerciante local y piloto de carreras del Turismo Nacional, Herminio Angeletti, decide construir un nuevo local de ventas para la concesionaria Chrysler de la que era propietario. Para ello contrata al reconocido arquitecto local Rafael “Lino” Macchieraldo (recientemente fallecido) quien le diseña un “paraboloide hiperbólico”, lo cual rompía con la arquitectura tradicional para este tipo de locales proponiendo un edificio “disruptivo” con una tecnología de avanzada.
El arquitecto diseña una cáscara de hormigón en forma de paraboloide hiperbólico. Las “cáscaras” o cascarones de hormigón son un tipo de estructura laminar de hormigón. Debido a su poco espesor son ligeras y eficientes y, por lo general, reproducen las denominadas “curvas catenarias”, es decir, las curvas que forma una cadena cuando se la sostiene por sus extremos y se la deja caer libremente.
Algunos avances técnicos como el pretensado de hormigón favorecieron su desarrollo, si bien es dable recordar que sus antecedentes se ubican en tiempos remotos: las bóvedas y arcos de la civilización romana. La expansión de uso de este tipo de estructuras surge en los años 30 de la mano de algunos pioneros como el ingeniero italiano Pier Luigi Nervi, el ingeniero español Eduardo Torroja y su discípulo, el arquitecto hispano mexicano Félix Candela. Las cáscaras de hormigón pese a su escaso espesor permiten cubrir grandes luces sin apoyos, para su construcción se necesita mucho menos material que para otras losas tradicionales y también se requiere menor cantidad de andamios.
La construcción se detiene
El proyecto se pone en marcha y la construcción avanza. La extraña estructura, cual caparazón de un quelonio gigante, toma forma y atrae las iradas curiosas de los sanfrancisqueños. Sin embargo, en un determinado momento la construcción se detiene. La cáscara está erigida pero no se llegan a realizar los cerramientos laterales.
El sueño queda trunco. Por más de medio siglo va a permanecer ahí, sin concluirse, como un esqueleto vacío aunque se la utilice para diversos usos comerciales: concesionaria de autos, almacén mayorista, sede de una empresa de transporte de pasajeros. Testigo mudo de un anhelo frustrado, de una quimera tal vez.
Y llega el renacer
El tiempo continuó transcurriendo y el paraboloide seguía permaneciendo. Así, hasta que hace unos pocos años, un nuevo propietario del predio en el que se ubica esta estructura y otras edificaciones aledañas decide encarar un ambicioso proyecto: completar la obra.
La familia Córdoba, propietaria de Córdoba Motos, se propuso darle una nueva oportunidad, una nueva vida. Se construyeron los cerramientos laterales, totalmente vidriados, se instalaron entrepisos, estanterías, instalaciones para que este gigante, finalmente, pudiera lucirse tal como lo había soñado.
La tarea no fue sencilla, porque el proyecto tampoco lo era. Insumió 3 largos años de arduo trabajo. Finalmente, el objetivo se logró.
Estación 8, local de venta de motocicletas, accesorios para esos vehículos, indumentaria y todo lo que el “motoquero” necesita, es quien ocupa ahora esta emblemática obra de arquitectura, contando, también, con un bar para relajarse, conversar con amigos mientras se disfruta de un café o un trago.
El sueño de un comerciante hace casi 60 años, la visión innovadora de un arquitecto y la iniciativa de una familia dedicada desde hace mucho tiempo al rubro motociclístico se aunaron para que esta particular estructura pudiese llegar a mostrarse tal como fue concebida.
El arq. Macchieraldo fue consultado para la continuidad de la obra y concurría a ver el progreso de la misma, anhelando verla finalizada, lo que, lamentablemente no ocurrió debido a su fallecimiento poco antes de la inauguración.
En Argentina se construyeron relativamente pocas obras con cáscaras de hormigón y menos aún de características similares a este paraboloide hiperbólico, por lo que éste constituye un importante “patrimonio”. Enhorabuena que haya sido completado y puesto en valor. Que esto sirva de ejemplo para que muchas otras de valor patrimonial en San Francisco y en todo el país sean realmente valoradas y preservadas para que las generaciones futuras puedan observarlas, disfrutarlas y mantengan viva la memoria.
“Un pueblo sin memoria es un pueblo sin futuro”.
Para finalizar solo me resta agradecer la atención y buena predisposición de la familia Córdoba y, en especial de Tomás, que fue quien me recibió, ofició de guía y se puso a disposición en todo momento.







