por Oscar Andrés De Masi

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Ya el hecho de utilizar el verbo «renació» y ponerlo entre comillas insinúa algo que debe explicarse.

 

Estamos hablando del edificio de la calle Sarmiento Nº 362/364, en plena zona bancaria de Buenos Aires. Pocos transeúntes sabrán que fue declarado Monumento Histórico Nacional hace ya unos años, cuando el presidente de la Comisión Nacional de Monumentos era, al mismo tiempo, el director emérito del Museo y Archivo Históricos «Dr. Arturo Jauretche» del Banco Provincia: me refiero al Arq. Alberto S. J. de Paula, historiador, investigador científico y gestor cultural, que dedicó 50 años de su vida al servicio de esa institución fundadora del crédito y la moneda argentina.

Fotos Archivo y Museo Históricos del Banco de la Provincia de Buenos Aires

Y decimos que «renació» porque, en efecto, el Museo y el Archivo, históricos ambos, del Banco, ya existían desde 1967 (en rigor, el archivo comenzó a organizarse antes, en 1952), instalados en el primer piso de la sucursal de la avenida Córdoba Nº 934. En 1974 se le impuso a este espacio el nombre del fallecido ex presidente, Dr. Arturo Jauretche. La dictadura militar iniciada en 1976 suprimió aquel epónimo institucional. Era lógico: expresaba un compromiso con el pensamiento nacional indigerible para los usurpadores de entonces (por fortuna, el nombre se recuperó en 1984).

 

Pero el crecimiento de las colecciones y la acción patrimonial del Museo y Archivo reclamaba un local más adecuado. Al desocuparse el predio que poseían los Padres Mercedarios en la calle Sarmiento (donde había funcionado el Telégrafo de la Provincia), se resolvió allí la nueva instalación, en 1978.

 

Fue convocado un concurso de anteproyectos, con un jurado prestigioso. El edificio, inaugurado en 1983, fue un gesto innovador y rupturista, al dotar a la institución de un contenedor material específicamente pensado y diseñado para satisfacer las funciones de Museo y de Archivo, superando la práctica habitual de adaptar, para tales usos, locales preexistentes, siempre escasos de superficie y poco aptos para la conservación de las colecciones y la atención a los usuarios de un servicio tan especial.

 

¿Qué llama la atención de este edificio, que por  fuera puede confundirse con una casa bancaria de las tantas del barrio, y cuya modernidad queda interrogada por una singular reja («innecesariamente complicada» la calificó el jurado Arq. Alfredo Casares…) que, en la imaginación de más de un observador, puede sonar a la estética de Game of Thrones o de Dragons & Dungeons…?

 

Si la fachada es atractivamente desconcertante, el interior es una epifanía: un espacio unificado y de escala monumental, iluminado cenitalmente, ordenado mediante el juego de «bandejas». De este modo se superaron las estrecheces del terreno entre medianeras ( la desgracia de los terrenos angostos que tanto deploraba en la Capital el maestro Mario Palanti) y se logró la espacialidad recomendada en las bases del concurso. Podríamos discutir, en otro momento, si la posterior segmentación museográfica de ese espacio ha alterado, o no, aquel logro de continuidades visuales.

Fotos Archivo y Museo Históricos del Banco de la Provincia de Buenos Aires

La estructura es de hormigón armado y en los niveles de exhibiciones y aula magna se ha resuelto sin columnas intermedias.

 

Mientras los solados del vestíbulo, del hall y de las bandejas ofrecen la solidez del mármol y una sugerente combinación de colores (alguna vez Alberto de Paula me comentó que eran mármoles africanos), la cubierta, en cambio, se compromete con la transparencia, la liviandad y el imperio de la luz natural, mediante un complejo dispositivo de placas opacas y traslúcidas.

 

Pero la arquitectura continúa, todavía, por debajo del nivel del suelo: seis subsuelos amplios y con funciones y equipamiento específico.

 

En cuanto a la escalera «caulícoliforme» (creo que esta palabra es un neologismo que acabo de inventar…), subirla o bajarla es una experiencia de vértigo difícil de expresar. Hagan la prueba.

 

El proyecto pertenece a los arquitectos Llauró, Urgell y Fazio. Los arquitectos De Paula y  Pellegrini actuaron como profesionales consultores por parte del Banco. Años después de su inauguración, tuve el privilegio de estar presente, junto a varios de aquellos protagonistas, en el acto de colocación de una lápida de mármol, que aún puede verse, señalando su carácter de Monumento Nacional.

 

En suma: en ese curioso edificio que nació moderno para que los papeles y objetos antiguos pudieran «renacer» en un mejor contexto de guarda, consulta y exhibición, allí se custodia el patrimonio histórico y artístico del Banco de la Provincia de Buenos Aires.

 

Círculo virtuoso de sentidos: es patrimonio el contenido y lo es, también, el contenedor. Y los sucesivos directores y trabajadores que han prestado servicios allí seguramente lo saben, porque otra nota de valor intangible que se percibe en el «Museo Jauretche» (por decirlo en breve) es el cuidado, el cariño y el fuerte sentido de pertenencia de su personal. Y se advierte ni bien traspones el umbral.