Por Oscar Andrés De Masi

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¿Todavía se respira en Adrogué ese perfume de eucaliptos, de magnolias, de glicinas y de jazmines que supieron evocar en más de una ocasión Domingo Faustino Sarmiento, Carlos Pellegrini, Belisario Roldán o Jorge Luis Borges,  asiduos visitantes veraniegos de la que, alguna vez, fue llamada la «Versalles» del sur bonaerense? ¿Es una percepción real o se trata de la persistencia imaginaria de un recuerdo de infancia o de un relato largamente repetido entre las familias arraigadas a aquel poblado? No podría precisarlo. A cierta edad, la fantasía, que añade y quita detalles sensoriales, comienza a  invadir la memoria que guardamos de algunos lugares. Y en el caso de Adrogué (como en el caso de Buenos Aires o de San Isidro, entre tantos), las construcciones literarias y las representaciones simbólicas han alimentado la fantasía por generaciones.

 

Ya no existe el mítico «Hotel La Delicia» (por favor, nombrarlo en singular, y no «Las Delicias» en plural , como se repite erróneamente…). Ha menguado, y en forma alarmante, el paisaje bucólico de las viejas «villas» italianizantes y las quintas afrancesadas y vienesas, mezcladas con los cottages que se calcaban de los asentamientos ingleses de las vecinas Lomas de Zamora, Temperley y Banfield. Pero aún queda en pie una parte de  aquellos enclaves oníricos, que habrá imaginado  el pionero don Esteban Adrogué, cuando loteó las tierras para el futuro pueblo, en el año 1872 . Y queda en pie, aunque sin la prestancia de antes, el núcleo cívico fundacional y la traza con diagonales (¡anteriores a la ciudad de La Plata!) del poblado que pretendía ser modelo de higiene urbana y de recreo entre burgués y aristocrático.

 

Precisamente, hablando de homenajes cívicos, vamos a visitar dos estatuas erigidas con intención conmemorativa, en el casco fundacional de Adrogué y que reúnen valores de mérito artístico, autoría maestra e identidad histórica.

 

1.El Monumento al Almirante Guillermo Brown en la Plaza matriz de Adrogué

 

De este magnífico monumento de bronce sobre un pedestal de mármol estatuario, suelen ignorarse varias cosas. Por ejemplo:

 

  1. a) Que fue el primer monumento en homenaje al Almirante Brown erigido en nuestro país, antes que el monumento ofrendado en Buenos Aires por la colectividad irlandesa, con motivo del Centenario de Mayo. No olvidemos que el pueblo que hoy conocemos como Adrogué, fue originalmente bautizado como Almirante Brown , y varias de sus calles y de sus plazas traen alusiones simbólicas al heroico marino, a sus oficiales de a bordo y a sus campañas navales.

 

  1. b) Que fue el primer monumento conmemorativo realizado por un escultor argentino, aunque fuera del país. Se suele decir que el primer monumento realizado por un escultor argentino fue el Falucho de Correa Morales, y es correcto, porque fue el primero ejecutado en el país ( lo esculpió en su taller en el Jardín Zoológico de Buenos Aires) Pero, en rigor, Francisco Cafferata, el malogrado autor del Almirante Brown (se suicidó muy joven) lo realizó estando en Italia en el año 1883-1884, vale decir, antes que el Falucho. Llegó al país embalado en 36 cajones.

 

 

  1. c) Se suele ignorar también la doble autoría del monumento, en ambos casos de indiscutible maestría: pues, mientras la estatua de bronce del Almirante pertenece a Cafferata, como dije antes, su pedestal, mezcla de arquitectura y escultura, pertenece al arquitecto genovés José Canale, que vivía en Adrogué (en la residencia neo-medieval llamada CastellForte) y que, junto a su padre Nicolás Canale, fue uno de los precursores del estilo NeoRenacimiento en el Río de la Plata (autores, entre otras obras, de la Iglesia redonda dedicada a la Inmaculada, en Belgrano, de la Iglesia de La Piedad, de la Catedral de Lomas de Zamora y de la Quinta «Los Leones» en Banfield y de la Municipalidad de Adrogué; y autores de dos bellos edificios lamentablemente demolidos , en Adrogué: el Hotel «La Delicia» y el templo de San Gabriel Arcángel…esta última demolición le costó un gran disgusto al arquitecto Mario J.Buschiazzo que era vecino de allí y no pudo impedirla).

 

 

La estatua del Almirante, de bronce, mide 3 metros de altura; y el pedestal de mármol blanco monolítico (un cippo romano) mide 6 metros de altura y ostenta atributos navales.

 

En cuanto a la historia de este monumento, habría que mencionar que hubo una primera comisión pro-monumento que alcanzó a juntar algún dinero pero que no continuó su actividad. En 1883, una segunda comisión reemplazó a la anterior y recibió de aquella los $30.000.-m/c ya recaudados.

 

Las reuniones de esta segunda comisión se realizaban en la Comandancia General de Marina, en Buenos Aires (uno de los promotores más activos del monumento era el Tte. Coronel de Marina Erasmo Obligado, que residía en Adrogué).

 

Se pidió una recomendación de algún escultor italiano al Prof.Paolo Mantegazza (en Florencia), pero su respuesta llegó tarde, porque en el ínterin, y luego de la Exposición Continental, emergió la figura de Francisco Cafferata como artista argentino joven y promisorio. De inmediato, se le mandaron a Cafferata las especificaciones y los planos que había dibujado el arquitecto José Canale.

 

Para setiembre de 1883, Cafferata ya había modelado el boceto cuya foto envió. Aprobado éste,  comenzó a ejecutar la escultura en noviembre de 1883. Su precio era de $9.500.- pesos fuertes, es decir, de la nueva moneda. Los fondos se recaudaron por suscripción pública y hasta se recibió un dinero que había sobrado de la estatua de Alsina en la Capital (otros tiempos: sobraba dinero…);

 

El 3 de setiembre de 1885 llegó al puerto de Buenos Aires el vapor italiano Principe, trayendo desde Génova el monumento, en 36 cajones. Algunos de ellos pesaban hasta 10 toneladas y las dificultades de maniobra de su desembarco fueron superadas con la cooperación de la Subprefectura del Riachuelo, la Comisión de Obras del Riachuelo, el ingeniero Huergo (su familia tenía quintas de veraneo y ¡ hasta viñedos ! en Temperley y en Adrogué) etc . El F.C.S. trasladó los cajones con la preciosa carga gratuitamente hasta la estación Adrogué.

La ceremonia inaugural se realizó el 2 de febrero de 1886. En representación del Presidente de la Nación, concurrió el Ministro de Guerra y Marina, Dr.Carlos Pellegrini, que solía veranear en ese pueblo, en su quinta familiar.

 

Datos adicionales y pintorescos: las 12 fotografías oficiales del monumento las proveyó L.J.Bennazar por $25.-; la pirotecnia (bombas, cohetes y globos) a cargo de Pascual Delfino, costó $150.-; el lunch lo sirvió la confitería Del Aguila por $400.-; incluso, don E.Bieckert proveyó, por $48.-, seis barriles de cerveza para los soldados que montaron la guardia de honor.

 

 

Debe decirse una palabra respecto de su excelente emplazamiento, que es parte del programa original del monumento, ya que se concibió para ese lugar específico que es la Plaza Almirante Brown (un caso análogo al de Cristóbal Colón en Buenos Aires, que había sido concebido para el «Parque Colón», de donde fue retirado sin motivo en 2014).

 

Dicho de otro modo, su ubicación en el mismo sitio de su inauguración ritual, es una nota patrimonial, como parte de los valores de autenticidad de este monumento, que dialoga amigablemente con el entorno forestal de la Plaza y con el entorno urbano debidamente amortiguado. En este sentido, y si bien ese entorno edificado ha sufrido modificaciones y degradaciones, la altura de las construcciones todavía remite a las escalas fundacionales; sobre todo, queda en pie frente a la Plaza, un edificio del período fundacional: me refiero al Palacio Municipal, proyectado por los arquitectos Canale en estilo Neorrenacimiento y por fortuna, preservado hasta nuestros días, al menos en su materialidad exterior (aunque hubo intervenciones en su interior).

 

En la próxima entrega les contaré acerca del Monumento al fundador, don Esteban Adrogué…