ES «EJERCICIO PLÁSTICO», DE DAVID ALFARO SIQUEIROS, EMPLAZADO EN EL MUSEO DE LA CASA ROSADA
Después de haber sido rescatado tras 17 años de negligencia, la obra restaurada hace nueve años por el mexicano Manuel Serrano presenta ampollas en la pintura, y algunas baldosas del piso se bambolean. Tampoco se observan las estrictas recomendaciones de cómo visitarla que dejó Serrano.

El mural «Ejercicio plástico» que en 1933 pintó el mexicano David Alfaro Siqueiros en el sótano de la exótica quinta bonaerense Los Granados de Natalio Botana con la ayuda de Antonio Berni, Lino Enea Spilimbergo, Juan Carlos Castagnino y Enrique Lázaro, cumple ocho años en su último emplazamiento: el Museo de la Casa Rosada. Después de permanecer 17 años encerrado y cortado a la medida de cuatro containers, padeciendo al aire libre las inclemencias del frío y el calor, cualquiera puede presuponer que el Museo es un espacio propicio para albergar una obra cumbre del arte y que, allí, debería encontrarse en perfectas condiciones. Pero no es así. Cuesta creerlo, pero hasta la pintura está ampollada y algunas baldosas del piso se bambolean.

Cualquiera puede advertir a simple vista las irregularidades y globos en la superficie de la pintura. Sin duda, los expertos deberían velar por una obra que padeció el mal trato desde su creación y que, además de ser un bien patrimonial, fue cotizada en 5,5 millones de pesos cuando ambas cámaras aprobaron la expropiación con fuerza de ley (aunque ese dinero nunca se pagó). Hoy, estas ampollas indican que la capa pictórica está desprendida del soporte. Un experto en la materia aclaró que los desprendimientos pueden provenir de cualquier capa de la pintura, incluido el soporte, y que el problema puede ser interno o externo. «Las ampollas tendrían que crecer mucho y unirse para que la pintura se raje y se caiga», agregó el entendido. Podemos deducir que el peligro no es inminente, pero sin duda alguien debería ocuparse de analizar y preservar la pintura. ¿Y si en un descuido alguien aplasta alguna de esas ampollas? La pregunta no tuvo respuesta.

El restaurador mexicano Manuel Serrano, autor de la extracción del mural en 1991, lo restauró en 2009 y consiguió devolverle su perdido esplendor. En el tinglado de la Plaza Colón, con la financiación a cargo de las empresas Ledesma, Techint, Claro y Telmex estimada en 600.000 dólares, unos pocos invitados pudieron ver el mural tal como había sido hace 85 años, antes de los sucesivos deterioros.

Sin embargo, Serrano volvió a su tierra sin decir palabra. A pesar de su exitoso trabajo pagado por el magnate Carlos Slim, se fue justo cuando llegó el momento crucial del complejísimo montaje, a la hora de reunir los fragmentos de la pintura que él mismo había cortado. Ante su ausencia, los técnicos de la empresa constructora del Museo puestos a improvisar hicieron las cosas mal. Luego, el apoyo de la Universidad Tecnológica Nacional, responsable de la restauración junto a los equipos de restauradores mexicanos y los del taller Tarea de la Universidad Nacional de San Martín, resultó insuficiente: las piezas no encajaban. Hasta que encajaron.

La ausencia de Serrano resulta todavía inexplicable. Pero dejó indicaciones claras: la fragilidad de la obra no permite el ingreso masivo de los espectadores y demanda cuidados especiales, como el uso de escarpines. Por otro lado, si bien nadie lo explica en ese Museo, es imprescindible recorrer la obra en soledad para vivir la incomparable experiencia estética que nos legó Siqueiros. «Ejercicio plástico» estrechó la relación del arte con la tecnología y la arquitectura; Siqueiros fabricó una autentica máquina de la percepción, anticipatoria del cinetismo y el site specific. Pero es imprescindible, aunque sea, entregar un papel, un texto, para que el espectador «activo» que demandaba el autor, pueda comprender los secretos de una obra única e irrepetible. Los discursos de los guías de este tour son un marco teórico insuficiente. Y no es necesario investigar demasiado para saberlo: Siqueiros y su equipo dejaron un catálogo explicando una pintura con características especiales para ser fotografiada y filmada, para trascender de ese modo el encierro del sótano. Basta saber que Siqueiros venía de pintar cuatro murales en tiempo récord en Los Ángeles con la ayuda de los dibujantes de Disney. Y basta observar los dobles y triples contornos de las figuras desnudas para advertir la búsqueda del movimiento.

En la desmesura de los 6.900 metros del Museo que se construyó para albergar «Ejercicio plástico» con un costo millonario, deberían fundar un espacio que gire en derredor de la obra, con libros, textos, fotografías, filmaciones y, tal vez, inclusive, un mural virtual o, una réplica, como la del piso que dejó Serrano. Por el contrario, la obra está acompañada por un cotillón de atuendos presidenciales: el traje de gala de Menem, la campera de gamuza de De la Rúa y los mocasines de Néstor Kirchner. En el ingreso a la Aduana Taylor, delante del acceso al mural, un deslumbrante Cadillac negro acapara todo el protagonismo.

El mural llegó al Museo de Plaza de Mayo, para ser el símbolo del Bicentenario de la Independencia, el marco de las fotos del 25 de mayo de 2010, y sigue siendo en el presente un buen lugar para las fotografías y para llevar a los visitantes extranjeros que valoran la Sixtina de Latinoamérica.

 

Fuente: Ámbito