Por: Virginia Mejía


 

El palacio empezó a ser puesto en valor en 2012; encontraron frescos con las figuras modificadas, un vitral mal armado, pisos alterados, una pared falsa y una bóveda sin uso, entre otras curiosidades

Cuando los expertos comenzaron a restaurar el Senado nacional, jamás imaginaron encontrarse con una serie de extrañas intervenciones que habían sido realizadas a lo largo de la historia del emblemático edificio, construido a fines del siglo XIX. Frescos con figuras de leones a las que se les había agregado colmillos, un vitral imponente con las piezas intercambiadas y una pared falsa para ocultar un ventanal integran el listado de sorprendentes modificaciones, incorporadas sin tener en cuenta los protocolos de conservación que se aplican a bienes patrimoniales

El edificio -situado en la manzana delimitada por Entre Ríos, Rivadavia, Combate de los Pozos e Hipólito Yrigoyen, en Balvanera- sufrió décadas de abandono y careció de un programa integral de mantenimiento que lo protegiera. Desde 2012 hasta ahora, los especialistas a cargo del Plan Rector de Intervenciones Edilicias (PRIE) no dejan de sorprenderse con las intervenciones de los arquitectos que los precedieron.

Uno de los hechos que más les llamaron la atención fue encontrar que los frescos del techo del Recinto de Senadores habían sido alterados. Los leones lucían nuevos colmillos, y al dios del comercio, Mercurio, lo habían pintado con uno de sus ojos cerrado. El salón es un hemiciclo que posee a lo alto 12 murales dentro de casetones: cuatro dragones, cuatro leones y cuatro dioses Mercurio. Al ingresar para realizar las tareas de restauración, los expertos cotejaron el aspecto actual con fotografías de los archivos y notaron que algunos eran diferentes de los originales. Un equipo de muralistas volvió a pintar la boca de los leones sin colmillos y el ojo de Mercurio abierto, como habían sido ideados.

Una restauradora trabaja para recuperar la base de una columna
Una restauradora trabaja para recuperar la base de una columna. Foto: LA NACION / Silvana Colombo

Restaurar la gran cantidad de vitrales del Congreso, típico exponente de la arquitectura palaciega, fue también un dolor de cabeza. El gran vitral del techo del Salón de los Pasos Perdidos tuvo que ser rearmado como un rompecabezas. En una intervención anterior, habían cambiado el orden de las figuras que ilustraban el proyecto político de la generación de 1880: La Abundancia, El Trabajo, La Ciencia, La Guerra y Las Artes. «Una vez ordenados los dibujos, cada una de las delicadas piezas fue sometida a un proceso especial que consiste en calentarlas en un horno a más de 600°C de temperatura. Así, es posible recuperar los óxidos en polvo originales», explicó el arquitecto Ricardo García, asesor del PRIE. Por desconocimiento de este proceso, se encontraron con que los vidrios habían sido retocados con pinturas en frío, esmalte de uñas y otras sustancias inapropiadas que hay que retirar totalmente para recuperar la grisalla símil original. Una vez concluido el tratamiento, serán colocados nuevamente en el salón.

Foto: LA NACION / Silvana Colombo

Seis días antes de que el presidente Mauricio Macri inaugurara las sesiones legislativas de este año, los arquitectos también se sorprendieron al observar que algunas piezas del piso de cerámica de gres del Salón Azul se habían levantado, dejando un hueco de 30 centímetros con cerámicas rotas a su alrededor; las altas temperaturas del verano habían causado el problema. Convocaron a un equipo de expertos en este tipo de pisos que lo reparó contra reloj. «Fue la primera vez que personal de la cámara reparó íntegramente los pisos en un tiempo récord», contó Catalina Liotti, directora de Obras del Senado. Durante los arreglos, constataron que a lo largo de la historia habían ocurrido varios levantamientos similares y habían sido disimulados cubriendo los agujeros con cemento. En otros salones, para ocultar desperfectos se taparon la cerámica o el parquet con membranas de vinilo de colores estridentes; la mayor parte ya fueron retirados y los pisos lucen como antaño.

El despacho del presidente

Foto: LA NACION / Silvana Colombo

El despacho destinado al presidente del Senado concentra tres curiosidades. Según explicó María Ledesma, asesora del PRIE, «para que el ambiente mostrara un aspecto moderno, las maderas de la boiserie se pintaron con al menos cinco capas de pintura sintética blanca, que fueron muy difíciles de remover. Gracias a un meticuloso tratamiento químico, ahora es posible apreciar la caoba». Además, se repusieron las arañas de bronce, las cortinas de paño originales y los escritorios que habían sido escondidos por personal de mantenimiento por temor a que se dañaran; así, finalmente volvió a su lugar el juego histórico encargado por el entonces vicepresidente José Figueroa Alcorta para la inauguración del Palacio Legislativo, en 1906.

Una de las cosas más insólitas que les ocurrió fue que, mientras pulían las maderas del despacho que hoy ocupa Gabriela Michetti, notaron que la pared situada detrás de su escritorio se movía. Se trataba en realidad de una falsa pared, que al ser abierta descubría un ventanal que da sobre la avenida Entre Ríos. Tal vez por cuestiones de seguridad, el improvisado muro no fue removido, por lo que el espacio continúa siendo poco luminoso.

Foto: LA NACION / Silvana Colombo

Por otro lado, en la planta baja hallaron una bóveda similar a la de un tesoro de un banco. Tras dos enormes puertas blindadas de hierro se esconden dos cajas fuertes y una serie de estantes de hierro ubicados sobre las cuatro paredes del salón. Ese espacio es actualmente utilizado por el equipo de asesores de la Presidencia del Senado. Se especula con que, en algún momento, se utilizó para resguardar los sueldos de los empleados que allí trabajan.

El Palacio del Congreso, un edificio de estilo ecléctico, fue construido por el arquitecto Vittorio Meano a fines del siglo XlX. Consta de cinco plantas y casi 40.000 metros cubiertos, lo que lo convierte en uno de los más grandes del mundo. Fue restaurado por primera vez entre 1994 y 2001. La recuperación de algunos salones interiores se realizó entre 2008 y 2010. En 2012, se lanzó el actual proyecto del PRIE.

Las obras generales demandaron $ 200 millones, mientras que la puesta en valor específicamente del recinto costó otros $ 19 millones. Participan de las tareas, además de personal del Congreso, estudiantes de universidades públicas con las que se firmó un convenio, informó el PRIE.

Los empleados que custodiaron bienes históricos

«¿Qué hacemos con la mesa del presidente del Senado? ¿La escondemos en otro despacho o la bajamos al sótano?» Éstas y otras consultas le hacían a Carlos Saavedra sus compañeros. Era la persona indicada: hacía 33 años que trabajaba en el área del Patrimonio del Congreso. Corría 2011 y el entonces presidente del Senado, Amado Boudou, había decidido transformar su despacho -decorado originalmente por el ex presidente Figueroa Alcorta en 1906- en un espacio moderno. Apenas comenzaron a correr muebles, descolgar lámparas, cortinados y pintar la boiserie de blanco, los empleados se alarmaron. «Decidimos salvaguardar el mobiliario. Sabíamos que tenía valor patrimonial. Escondimos unas diez arañas, sillones, mesas, cuadros y escritorios que datan de principios del siglo XX. Teníamos la esperanza de que alguna gestión querría que volvieran a su lugar y así fue», detalló Saavedra, satisfecho de haber sido quien, ahora, reintegró el mobiliario para que todo luzca como entonces. Los objetos fueron resguardados en los lugares más diversos. En el sótano del segundo subsuelo se depositaron las arañas de bronce. Los muebles fueron trasladados junto a los cuadros a algunos despachos de senadores y a la oficina donde funciona el Archivo de Leyes. Personal de Intendencia protegió el antiguo escritorio con un cerco de seguridad en un pasillo. «Todos los que trabajamos acá tenemos sentido de pertenencia. Nuestro trabajo es seguir cuidando el patrimonio del Senado y así lo haremos», concluyó Saavedra.

 

Fuente: La Nación