En el valle de Traslasierra, también en 2013, Nicolás Cavic y Carolina Dellatorre decidieron abrir el complejo El Refugio. La idea surgió bajo el concepto de glamping, modalidad que también se puede encontrar en algunos parques nacionales del sur argentino.

En el valle de Traslasierra, también en 2013, Nicolás Cavic y Carolina Dellatorre decidieron abrir el complejo El Refugio. La idea surgió bajo el concepto de glamping, modalidad que también se puede encontrar en algunos parques nacionales del sur argentino.

En San Huberto, a cuatro kilómetros de Nono, construyeron sobre una especie de palafitos, unas pintorescas tiendas hechas de lonas especiales con techos a dos aguas y elevadas del suelo a través de troncos. Las habitaciones fueron construidas entre la vegetación del lugar.
Los hornos forman parte de una pintoresca casa de campo instalada a la vera del río Los Tártagos y rodeada de bosque nativo.
Con un criterio innovador levantaron los refugios con materiales naturales y reciclados. El interior está equipado con un mobiliario de diseño que le da un toque especial y con todas las comodidades al alcance. Mesitas de troncos, hamacas paraguayas y mucho verde generan una atmósfera irresistible.
Nicolás cuenta que la experiencia apunta a que los huéspedes se involucren con la naturaleza. La oferta tiene encanto y rompe con la clásica habitación de hotel. “Acá te acostás y te despertás alrededor de aves que duermen en el cañaveral”.
Antiguos hornos
Resulta insólito pensar en dormir dentro de un horno, sin embargo en Cerro Colorado se comprueba lo contrario.
Cuatro kilómetros antes del ingreso al pintoresco pueblo del norte provincial, Roberto Algañaraz abrió las tranqueras de su campo a una propuesta de turismo rural y serrano.
Pintorescas tiendas en San Huberto, a cuatro kilómetros de Nono.
El emprendimiento familiar, El Puesto Nuevo Casa de Campo, ofrece hospedaje en antiguas habitaciones que se mantienen en pie desde 1840 y en los últimos años sumó una curiosa opción para pasar el día y la noche.
Se trata de dos grandes y antiguos hornos de carbón convertidos en atractivos e impecables dormitorios. El lugar fue el casco central de una estancia que ocupaba un vasto territorio.
Los hornos, ya no emanan humo ni cenizas. Con la declaración de reserva cultural y natural de la zona, se protegió el monte y la quema fue prohibida. “Con el tiempo hubo que encontrarles un uso amigable con el ambiente que los rodea” comenta Algañaraz quien trabajaba los hornos junto a su hermano.
Los dos enormes hornos construidos con ladrillos, son como un gigantesco iglú de unos seis metros de diámetro y dos de alto. Durante varios años, los hornos estuvieron en desuso hasta que surgió la idea y se puso en marcha una minuciosa tarea de recuperación. Luego fueron equipados con todas las comodidades de amplios cuartos sin rincones y de paredes curvas. Cuesta pensar que dentro de esas cúpulas se fabricaba carbón.
Los huéspedes pueden disfrutar de un ambiente criollo, de cabalgatas y diferentes actividades campestres.
En Intiyaco, es posible dormir en el vagón de un viejo tren inglés.
Desde allí e pueden conocer los sitios arqueológicos y las pictografías de la Reserva Cultural y Natural Cerro Colorado y la casa museo de Atahualpa Yupanqui. Además, se disfruta de las típicas comidas de la zona, como empanadas y salames caseros, cabritos asados, mazamorra, dulces, tortillas y panes recién amasados.
Aires de ferrocarril. En Intiyaco, valle de Calamuchita, en medio de un bosque de pinos Jorge Cuba estacionó vagones de un antiguo tren inglés que rescató del pasado para crear un espacio diferente dentro de su emprendimiento al que llamó Sueños del Bosque. La iniciativa se destaca por su originalidad y buen servicio.
Uno de los vagones, construido en 1890 conserva su estructura de madera de pinotea, fue totalmente restaurado y amoblado para recrear el esplendor de los años en que era impulsado por una locomotora. Hoy, convertido en una cómoda cabaña, el vagón invita a un viaje mágico por el paisaje con aromas de coníferas.
La habitación matrimonial cuenta con living, sofá-cama, comedor, cocina, baño y balcón descubierto con reposeras, asador y cochera. Tiene vajilla completa, heladera, cocina una radio antigua, equipo de música y TV satelital, entre otros equipamientos.
No se puede dejar de destacar el restaurante La Estación, cuya sala principal es un vagón emplazado sobre los rieles originales del tren. Con capacidad para 32 personas, ese furgón de cola permanece intacto y, en un ambiente original y de época, se ofrece cocina de autor con diferentes especialidades.

Fuente: La Voz