No ha habido un momento mejor que este para ser arquitecto/a. Renegar, por fin, de la precariedad del empleo y emprender para ser independiente depende solo de nosotros. Para lograrlo basta con escuchar y conocer a las personas, aprender a leer cómo se mueve la sociedad y prever hacia dónde se dirige. Saber qué preocupa y a quién y qué se echa en falta.
Informarse y leer. Básicamente, desarrollar la habilidad de ser un recurso para quien nos necesite. Es lo emocionante de formar parte del mundo y asumir una responsabilidad por él.

El valor que aportemos en la vida de las personas será directamente proporcional al ingreso que podremos percibir por ello. Cuánto más capaces seamos de ayudar a las personas a avanzar en sus propias metas, mejor recompensada será nuestra labor. De modo que, si la respuesta a quién nos echaría en falta si dejásemos de trabajar hoy, es desfavorable, tendremos que hacer algunos ajustes.

En el Programa para Arquitectos Independientes, Caterina De La Portilla propone 10 claves prácticas para vivir de la arquitectura con dignidad y pasión. Una guía para poner en marcha hoy, que estructura paso por paso qué hacer y qué dejar de hacer para transformar nuestra carrera profesional. Podemos empezar desde ya a ver las cosas de una forma más constructiva y sana para dar lo mejor de nosotros mismos.

Los cinco límites que podemos poner en nuestra carrera profesional:

Precariedad:
Es nuestra responsabilidad poner límite a la precariedad y no esperar a que alguien nos salve.
Ha llegado el momento de dejar de trabajar gratis y de enviar propuestas a personas que no
sabemos aún si son clientes. Trasnochar día sí y día también ¡y normalizarlo! debe
terminar hoy mismo. Debemos ejecutar un plan para acabar con la incertidumbre de qué nos
ocurrirá profesionalmente en los próximos tres meses.

Dependencia:
En las Escuelas de Arquitectura nunca aprendimos cómo armar una estrategia de negocio.
Percibimos las ventas como algo negativo, como si fuesen a mermar nuestras habilidades
creativas. Cuando salimos a la calle confiamos en que los clientes llegarán. Y dependemos
exclusivamente de que un milagro surja.

Aislamiento:
No podemos negar que los arquitectos somos tan perfeccionistas como autosuficientes. Lo
cual puede ser una cualidad o una debilidad. A menudo nos relacionamos con nuestros
iguales, asistimos a eventos organizados por y para arquitectos, leemos libros y revistas
especializadas en arquitectura… Con frecuencia, infravaloramos la opinión y el gusto de
nuestros clientes, e insistimos en enseñarles y educarles. Y hablamos con palabras que nos
caen pesadas incluso a nosotros mismos… ¡En plena era de la comunicación! Lo bueno de todo
esto es que nos sirve para aprender y mejorar.

Vanidad:
Nuestro eterno ego, que casi cuando pensamos que lo tenemos controlado, aparece de
nuevo. Dedicamos horas, días y meses a crear un portfolio para mostrar nuestro trabajo. Nos
gusta hablar mucho, mucho, mucho… Porque, en realidad, tenemos mucho que contar. Sin
embargo, el camino sería más fácil si empezáramos a preguntar y escuchar qué es lo que
quiere la gente, averiguar qué es lo que realmente necesitan. ¿No sería más nutritivo tejer así
nuestra relación profesional?

Decir NO:
Probablemente el miedo causado por todo lo anterior nos impulsa a decir sí a todo de manera
desmesurada. Sueldos miserables, continuos cambios en el proyecto, horas extras gratuitas,
responsabilidades que no nos corresponden… Al estar aceptar cualquier situación, no
ponemos el foco lo importante: encontrar buenas oportunidades.

Las cinco responsabilidades que podemos tomar en nuestra carrera profesional:

Propósito:
Ser arquitectos no es un propósito en sí mismo, debe haber algo más. Una misión o un motivo
final que incluya en la ecuación a los clientes a los que servimos. Al definir objetivos claros y
estructurar un plan para saber cómo vamos a conseguirlo nos acercará a la meta. Si
identificamos lo importante y lo diferenciamos de lo urgente seremos dueños de nuestro
tiempo. ¿Cuál es tu propósito profesional?

Sistema:
Por mucho que nos guste, inventar la rueda con cada nuevo cliente, no es rentable. Es
importante aprender a sistematizar nuestro método de trabajo, saber cuánto cobramos y por
qué (¿es por el valor que aportamos?). Del mismo modo que es necesario que conozcamos
con precisión nuestro calendario de entregas… Porque sin sistema no hay optimización. Sin
optimización no hay rentabilidad. Y sin rentabilidad no existimos como profesionales.

Valor:
Tenemos valor como arquitectos cuando somos capaces de ofrecer algo realmente
beneficioso para nuestros clientes. Si trabajamos así, es inevitable que tengamos un flujo
constante de proyectos por los que recibiremos una gran retribución económica de vuelta.
El valor es un intercambio que funciona. Eso es así y, si falla, toca preguntarnos qué es lo que
realmente aportamos. Para distinguirnos pues, debemos hacer algo valioso para nuestro
nicho.

Conexión:
¡Propongámonos dejar de suponer y predicar! Aprendamos a empatizar con las personas a
través de la comunicación. Experimentemos la emoción de hablar con las personas, con gente
de diferentes ámbitos y culturas. Mezclemos ideas y opiniones. Preguntemos
constantemente. Seamos parte del cambio y del movimiento. Tejamos relaciones y
estrechémoslas. ¡Es hora de que los arquitectos salgamos de nuestra burbuja y conozcamos
el maravilloso mundo exterior!


Independencia:
Si queremos ser independientes, necesitamos tener clientes. Basta con mantener reuniones
con clientes potenciales semanalmente. Y para eso, necesitamos generar previamente
conversaciones con el tipo de clientes que queremos tener. ¿Con cuántos has hablado hoy?

Transformar nuestra carrera profesional está en nuestras manos. Aprovechemos que
tenemos más herramientas que nunca para aprender y progresar en el camino a la
independencia. Estas 10 claves prácticas son solo el comienzo de este increíble proceso.

¿Queremos ser parte del cambio? ¿Formar parte de la generación de arquitectos que ha
renacido para darle prosperidad a nuestra profesión?

 

https://www.caterinadelaportilla.com